Al comienzo de los años ochenta no había sumilleres en España tal y como lo dice Xavier Domingo en su libro “El vino trago a trago”. Pero es que diez años más tarde no había muchos más. Los inicios y el núcleo duro corresponden a no más de tres o cuatro personas: Custodio López Zamarra, Jesús Flores, Joan Muñoz y Agustí Torelló. La actividad empezó en Madrid y Barcelona pero Zaragoza no tardó mucho tiempo en sumarse a la iniciativa, y hoy pasa por ser una de las primeras asociaciones de sumilleres, tanto por antigüedad como por cantidad de miembros asociados, experiencia y calidad de sus protagonistas, tal y como se está viendo estos días.
Fue el 25 de mayo de 1994 cuando se compone de manera oficial y legal la junta directiva de la Asociación de Sumilleres de Aragón. Está compuesta de la siguiente forma: presidente José Antonio Puyuelo (del restaurante La Matilde), tesorero Rafael Barrios (del Hotel Meliá Corona de Aragón), secretario Miguel Arlés (del Gran Hotel) y cinco vocales: Viñas del Vero representada por su entonces gerente Joaquín Sanz, Arturo Peiró (del restaurante Gayarre), el que firma esta columna y Vicente Palacio (del restaurante El Cachirulo). Jesús Solanas, Gregorio Abadía y otros veinticinco formaron parte de la primera promoción.
Aragón tiene hoy un “poker” de sumilleres del que presumir y sentirse orgulloso. Manuel Jiménez, flamante campeón del oficial de España 2017, es el último en incorporarse a los otros tres, igualmente campeones absolutos nacionales: Raúl Igual (2010 y 2012), Pilar Cavero (2013) y Guillermo Cruz (2014).
¡Qué alegría, qué bien que Aragón siga siendo referencia nacional e internacional en el apasionante mundo de la sumillería! Y qué bien preparados están ahora los jóvenes profesionales y campeones. En aquellos años y a diferencia de ahora, no hablábamos idiomas, viajábamos poco, no había internet y, lo que es peor, nadie sabía lo que era un sumiller y los que lo conocían no nos tenían en cuenta.
Enhorabuena a todos ellos, que no decaiga que sigan estudiando y, sobre todo que las instituciones públicas y especialmente los propietarios de los restaurantes sigan considerando la figura del sumiller como esencial en su equipo de trabajo.