Pascual Herrera falleció el pasado 15 de enero de una parada cardiaca, en su casa de Fuensaldaña (Valladolid) dejando consternados a cuantos le conocieron. Desde el Consejo Regulador de la Denominación de Origen Cigales de la que era presidente, comunicaban que “la familia vitivinícola de esta DO está de luto por la pérdida de una persona tan querida” que dedicó sus últimos años a esta región y reconoce las aportaciones profesionales de Herrera al mundo del vino, desde sus cargos de director de la Estación Enológica de Castilla y León, el Museo del Vino de Valladolid o como jurado y director técnico de diversos concursos vitivinícolas dentro y fuera de Castilla y León.
Entre sus últimos actos públicos estuvieron los de celebración del 25 aniversario de la DO Cigales, que concluyeron con la presentación del libro “La comarca vitivinícola de Cigales: viñedos, bodegas y vinos”. También, desde hace unos años, Herrera colaboraba con su hijo Manuel el proyecto familiar de Finca Herrera, bajo el que se elaboran vinos de Cigales y otras zonas.
El recuerdo en esta columna viene por la buena y en muchos casos fraternal relación que Pascual Herrera mantuvo con un buen número de enólogos amigos aragoneses. Jesús Navascués, Fernando Bordejé, el llorado Teodoro Pablo, Joaquín Pérez, Ana Ribes y muchos otros aprendieron de él, en buena medida las técnicas de la cata de vinos. Todo comenzó en aquel “Curso de iniciación al análisis sensorial” organizado por la Estación de Viticultura y Enología de Movera del Gobierno de Aragón en 1985. Pascual Herrera ya conocía las formas de la cata de vinos, que por aquel entonces era un territorio inexplorado, y hasta Aragón vino a explicarlas. Para muchos fue el maestro en lo que a catas de vino se refiere.
Ingeniero Agrónomo de formación, como funcionario del Ministerio de Agricultura formó parte del equipo de técnicos del Instituto Nacional de Denominaciones de Origen (INDO), responsables de dibujar el mapa de las DDOO españolas en sus inicios. Y fue en aquellos viajes cuando pasaba por Aragón y disfrutaba de sus excelentes relaciones enológicas.
Tuve el placer de catar con él en diferentes ocasiones, menos de las que me hubiera gustado, pues sus conocimientos y su cualidades como catador eran excepcionales.