Pedro Subijana nació en San Sebastián el 5 de noviembre de 1948 y estudió en la Escuela de Hostelería de Madrid y después en Euromar, en Zarautz, bajo las enseñanzas del que todos consideran uno de los mejores cocineros de los últimos tiempos, Luis Irizar. Se tituló con el número uno de su promoción. Después de diferentes prácticas en distintos restaurantes en el año 1975 se incorpora como socio y jefe de cocina al restaurante donostiarra Akelarre. Cinco años más tarde, en 1980 se queda como propietario único. A partir de entonces la lluvia de premios es incesante.
Hace ya años, en mi primera visita a su restaurante, experimenté uno de los momentos más deliciosos gastronómicamente hablando. La sazón, el sabor, la sensación brutal en el paladar de los pequeños bocados que iban apareciendo en la mesa, suponían un auténtico festival.
Como olvidar la mítica lubina a la pimienta verde, la lonchita de foi gras y polvo de vino y ensalada loca de escarolas y frutas fritas. O el antológico huevo con caviar sobre puré de coliflor y mantequilla de cebollino.
Tiempo antes había visitado con un grupo de cocineros aragoneses, a mitad de los ochenta, el mítico Michel Bras en Laguiole, en pleno Macizo Central francés y todos pensamos que aquello era insuperable, pues tanto la presentación como el exquisito sabor de sus platos calificamos como magníficos. La visita a Akelarre nos hizo comprobar que, efectivamente, estábamos ante uno de los mejores restaurantes que nosotros habíamos visitado.
El sueño de Pedro Subijana ha sido, desde hace muchos años, abrir su propio hotel. Y ahora ese sueño se hace realidad. Un magnífico establecimiento con tres tipos de posibilidades en lo que habitaciones se refiere y con precios que van desde los 360 a los 650 euros antes de IVA. Algunas de las habitaciones con una pequeña piscina y todas con vistas al mar Cantábrico.
Estamos ante un auténtico hotel de lujo con algunas suites de 100 metros cuadrados con todas las comodidades que este tipo de hoteles ofrece y con las máximas y rabiosas mejoras innovadoras. Espacios elegantes y contemporáneos, una zona de “wellness” y una bodega que, con el icónico restaurante, convierten a Akelarre en una experiencia única con las mejores vistas sobre la costa vasca.